A las 8:00 ya estaban los de Bundu Adventures esperándonos en una camioneta que trasladaba a los guías y el equipo; allí nos dieron una breve explicación como introducción a lo que sería la ruta y como preámbulo de la venta del Nyaminyami. Este amuleto es como un dragón de río, con cuerpo de serpiente y cabeza de pez; la gente local, los tonga, lo consideran y respetan como el dios de río. Luego de enterarnos que atravesaríamos rápidos clase 5 y uno clase 6 inmediatamente compartimos las creencias tonga y nos pusimos el amuleto al cuello. Nos comentaron que nuestros nyaminyamis estaban hechos de dientes de hipopótamos que se despeñan por las cataratas cuando vienen cargadas de agua. Es decir, que caían al boiling pot, justo el punto de partida de nuestro periplo.
Del hotel nos llevaron hacia un espacio cerca de las cataratas donde nos encontramos con el resto de los tripulantes; luego de las instrucciones algunos querían abandonar la travesía, pero hicimos causa común y de pronto ya todos estábamos emocionados con los chalecos puestos, el casco y el remo. Así descendimos hacia el boiling pot, primero fueron gradas, luego rocas y finalmente nos tiramos a la balsa, que por suerte estaba equipada con una par de remos grandes, lo cual me dio mucha tranquilidad pues con este sistema el equilibrio es mayor.
El inicio de la ruta, en temporada de poca agua, es la garganta que forma la catarata para continuar por un hermoso cañón; allí estábamos 3 españoles, 3 ingleses, el guía y yo tratando de atravesar el primer rápido, nos costó mucho pues tenía mucha corriente, pero lo pasamos bien; al otro lado del rápido esperamos a dos grupos más y sus respectivos safety kayakers. El guía nos terminó de dar instrucciones y nos indicó que nos tirásemos al río y así estuvimos retozando hasta que tuvimos que subir. Esa primera vez algunos de los chicos subieron solos, pero a la mayoría nos tuvieron que tirar de los chalecos, buena práctica parar rescatar acuando hay un hombre al agua. En este punto teníamos prácticamente encima el puente que separa Zambia de Zimbabwe, desde donde se hace bungee jumping.
Empezamos los rápidos de clase 3 y 4, muy emocionante, aunque en uno de ellos se cayó uno de nuestra tripulación. Por suerte, a pesar de que el río Zambezi tiene rápidos muy fuertes, duran poco y luego viene una parte muy calma. Otro de los rápidos lo pasamos fuera de la embarcación, flotando, divertido para los que no tuvieron la balsa encima; después vino un rápido muy técnico, nuestra balsa desapareció de la superficie, pero continuamos; llegaron otros clase 5, en cada uno de ellos se cayó uno de la tripulación.
El penúltimo rápido es de clase 6, llamado Commercial Suicide, que por ser tan turbulento lo pasamos caminando por las rocas del borde, sólo los guías y algunos kayakers lo corrieron. Al fin llegó el último rápido, en total 10 rápidos, 4 de ellos clase 5. En la zona de descanso nos dieron las zapatillas y a subir el empinado cerro. Cuando llegamos a la cima cargados con nuestro equipo, estábamos totalmente exhaustos. Allí descansamos, tomamos un refrigerio y volvimos al lodge.
Los comentarios del camino de regreso, las risas y el relax que sentíamos fue absolutamente agradable. Muy cansados pero sobre excitados, decidimos tomar un baño y salir a pasear por la ciudad; poco nos duró, pues la tormenta hizo que nos metiéramos al mercado artesanal y lo agradecimos por las compras realizadas.
Para cenar, elegimos el Royal Livingstone, un hotel de ensueño, todos coincidimos que nos merecíamos un homenaje (hay que ir con pantalón largo). Tomamos la cena en la terraza rodeados de cebras y con vista al Mosi-oa-Tunya (the smoke which thunders), la catarata que, por la fuerza de la caída de agua, se aprecia como con humo permanente y que además truena.
Un gran día, una gran noche, sublimes. A la mañana siguiente atravesaríamos hacia Zimbabwe.
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