sábado, 20 de septiembre de 2014

Tercer día en Zanzíbar y yo cada vez más pálida

El día anterior fue intenso de estudios; esta mañana revisión de los últimos vídeos, repaso de libro de PADI y trabajar con la tablita famosa.

¿Y el bronceado?

De tomar sol, naranjas, todos los días me ponía el bikini y hasta bloqueador; por gusto, ni una zambullida en la piscina.

Después del último vídeo y quizá, nos tocaba al fin, la parte práctica ¡inmersión en piscina! Algo de sol tomaría. La ilusión me duró poco, practicamos cómo montar el tanque con todo el equipo, las medidas de seguridad aprendidas en todo el curso y luego nos mandaron a buscar el neopreno más adecuado, ¿qué?, ¿cómo? tampoco me caería sol; pues no. Enfundados en los trajes y cargando el equipo fuimos al borde de la piscina, nos pusimos las aletas y a caminar como patos hasta bajar.

Lo primero que te dicen es que por nada salgas a la superficie, que si lo vas a hacer le avises a la instructora; bueno pues, fue lo primero que no hicimos, es decir, por cualquier cosita ya estábamos en la superficie, cualquier cosita es miedo y la sensación de ser incapaces de respirar bajo el agua, pero después de unos minutos tomamos confianza y allí estábamos, bajo agua, respirando, practicando las señales y bromeando.

La verdad es que fue muy divertido. Marine es una excelente profesora y buzo, tiene una voz dulce que da tranquilidad y debajo del agua transmite mucha confianza.

Salimos del agua y ya era hora de almorzar y lo teníamos que hacer rápidamente pues debíamos hacer el examen final. Menos mal que aprobamos; yo un poco con las justas, pero bien. Ya habíamos pasado la segunda prueba, la primera en la piscina ya la habíamos superado, al día siguiente vendrían las otras.

Uf al fin se acabó la parte teórica, siempre a la sombra, a partir del día siguiente vendría lo bueno, en el mar.

Trimarán para pesca artesanal
Para relajarnos nos fuimos a dar una caminata por la playa. Matemwe está en el noreste de isla Unguja, ésta junto a Pemba es lo que se conoce como Zanzíbar, una región semiautónoma, pues tienen su propio presidente. A lo largo de nuestra caminata encontramos muchos barcos artesanales y cultivos de algas, estas dos actividades junto al turismo representan los principales ingresos para los isleños.

Nos cruzamos con algunos pobladores que estaban volviendo a sus casas, otros que ya estaban haciendo actividades de descanso como jugar fútbol en un maravilloso campo de perfecta arena blanca. Niños con carritos hechos de alambre empujándolos sobre una pista de rally que habían inventado. Juegos de verdad, una pelota, unas ruedas, mucha imaginación, gran capacidad para disfrutar de las cosas simples. Al verlos volvimos a nuestra infancia, trompo, la pega, escondidas, rayuela, san miguel, liga, soga, bata, yaces, canicas y un enorme etcétera de juegos que no teníamos que enchufar, ni estar preocupados por la última versión; juegos de verdad, con los amigos, tu mancha.

Un poco más cerca de la zona de rocas vimos a unas jovencitas aprendiendo a montar bicicleta, qué bien la estaban pasando, sólo se oían gritos y risas.

A esa hora de la tarde encontramos a unas niñas, tan alegres y juguetonas, pero también trabajadoras, estaban llevando agua y limpiando algunos aparejos.

Pedimos fotografiar a un pescador que estaba arreglando su bote, a falta de un lenguaje común, imaginamos que con su enorme sonrisa nos daba permiso; su alegría al verse reflejado en la cámara corroboró nuestra percepción.

Hasta el ganado volvía de regreso al pueblo. Para mí sigue siendo tan alucinante ver vacas, cabritos y otro ganado pasando por el mar; pero aquí todo es posible. Y es que en Zanzibar todos los reinos se juntan.