jueves, 30 de mayo de 2013

Una leona trepada en el árbol???: Serengeti día 3

En nuestro tercer día éramos ya los veteranos del grupo; esa mañana fuimos a tomar desayuno y todo nuestro aire de aventureros se desvaneció cuando el cocinero tranquilamente nos preguntó si habíamos visto al león que anduvo por allí a las 6 de la mañana. En one volvimos a la realidad, estábamos rodeados de animales salvajes!!!

Al poco rato de estar en el camino vimos a lo lejos un guepardo, solitario, con sus andares silenciosos y estilizados. Luego nos dirigimos a ver si la manada de leones aun continuaba debajo del árbol y, efectivamente, allí estaban: más dinámicos, más dispersos, ya estaban terminando la digestión y, claro, la cazadora ya no estaba con ellos. ¿Será que nuestra esperada escena de caza estaría próxima?

La manada sólo tenía a 3 leonas por guardianas, al parecer el sonido de los ñus les abrió el apetito y la cazadora fue a estudiar la estrategia de ataque; cuando ésta volvió la manada puso a buen recaudo a las crías y emprendieron la caza. Nosotros y varias camionetas más seguimos a la cazadora, desafortunadamente todo este movimiento alertó a las presas.

La verdad es que los humanos les debemos de caer antipáticos, puesto que al perseguirlos estamos alertando a las presas que hay algo fuera de lo normal. Stop!, por el momento no vamos a filosofar y rápidamente vamos al siguiente grupo de carros... Pero, ¿qué pasa? oh, oh, 3 veces oh, ok no necesito detalles, los estoy viendo, ese león estaba en plena... cópula y para confirmarlo esperamos unos minutos y exactamente a los 16, zas! trinque y trinque otra vez y para dársela de cariñoso le hacía cositas en el cuello, pero ella, a pesar de necesitar al macho para procrear, se fue asada y cansada. Claro pues, estos felinos tienen ese tipo de miembro viril que raspa.

La nena, además de asada, tenía un hambre felino y con tanto ñu y cebra se fue solita a tentar suerte. Lentamente avanzó hasta que llegó a un paraje con la hierba alta donde intuyó que pasarían una cebras; esperó tranquilamente, pasó la primera, luego la segunda y más cerca aún la tercera; ésta iba a ser la víctima, pero nuestra amiga estaba muy cansada como para mantener una carrera, así que después de un gran esfuerzo inicial paró; eso sí, las pobres cebras emprendieron una veloz retirada.

Con tanta escena de caza, también nos dio hambre y fuimos hacia el picnic point a devorar nuestra lonchera y estirar las piernas. Al terminar hicimos las consiguientes consultas con la radio y ¿qué creen??? dijeron que había una leona en un árbol. Héctor y yo nos miramos como no acreditando, ¿los leones trepan a los árboles???? Pues sí: esta leona, seguramente, harta de tanto tirolei, no paró hasta estar varios metros por encima del león. ¿Sería el mismo león de la mañana? Si así fue, qué tal vida de león! El pobre estaría cansado y así parecía pues sin moverse llamaba a su leona para que baje, pero ella nada de nada, así que el pobre animalito, decepcionado, se fue a recuperar fuerzas detrás de las cebras. 

Avanzamos por donde intuíamos sería la ruta de cacería. No era muy difícil, decenas de carros iban marcando el camino. A veces teníamos que parar y dar espacio para que el león cruce de un lado a otro, él iba lento, muy lento, con toda la paciencia del mundo como sabiendo que nosotros estábamos allí para ver el desenlace de la escena. De pronto, se ocultó entre la hierba y no lo vimos más. Todos los motorizados emprendieron la retirada y cuando sólo quedó nuestro vehículo, él salió nuevamente, observó y avanzó directamente hacia su presa, lento pero seguro, paraba como para medir sus fuerzas contra la distancia, avanzaba, se detenía y de pronto emprendió la carrera... National Geographic! Una nube de polvo rodeó todo, vimos a las cebras saltando, al león corriendo de un lado a otro, pero la  polvareda se convirtió en nubecitas que avanzaban con las aterrorizadas y fugaces cebras. A pesar de la larga persecución y paciencia, la caza no fue fructífera; sin embargo, nosotros teníamos las emociones que se nos salían de la piel. 

Mientras tanto, la leona ya se había recuperado y comenzó a llamar a su rey. No sabemos en qué terminó el llamado de la selva, pues teníamos que volver: ya eran casi las 6pm y debíamos pasar por unas rocas donde habían visto a un leopardo.

Vimos al leopardo, hermoso, pero muy en lo alto, confundiéndose con las rocas y los cactus. Ya casi oscureciendo llegamos a nuestro última noche en el Serengeti, nooooooooooooooooo! Pues sí, qué penita, nos hubiese encantado estar más días. Estar allí es como estar en un mundo real, básico, sin tanta demago-politique-econo-psico-filosofía social, es sentirse vulnerable después de haber recibido tanta preparación para enfrentar la vida, ser nada dentro de nuestro medio, nada en esa naturaleza salvaje.